Un Color
Por Gustavo E. Rosatto
Dibujemos un contexto: la urbe. Una ciudad
enmarcada por un arco iris en escala de grises. Perfiles definidos por juegos
de sombras que se sumergen y se deslizan por el pavimento. Ahora imaginemos en ese marco la presencia de
un alma con color, no importa el tono, pero sí la sensación que desataría. Cómo
actuaría ese contraste entre vida y muerte, cómo actuaría esa luz desbordando
la inalterable regularidad. Cuan diferente se vería su silueta en los ojos de
la costumbre. Existe.
Démosle una identidad al color,
algo en que fijar un concepto más definido; llamémosle Violeta. Violeta
vive, siente, piensa, intentando descifrar su esencia dentro de la mencionada
medianía. Violeta encuentra su existencia distinta a la realidad, lo objetivo
le resulta inaccesible, siendo ella misma la diferencia. Se entiende única,
aunque en gran medida la obliguen a ello con miradas esquivas o exclusión. Pero
ella no lo ve, sólo avanza. Violeta
crece.
Violeta es rebelde, una
rebeldía joven, guiada por sueños e ideas, más que por planes programados. Violeta quiere conocer, pero también
transformar. Sus ideales son puros, quiere contagiar el color que impregna su
ser, no busca imponer, busca conquistar. Intenta darse un sentido, la misión a
la que aspira todo humano, pero en su camino no existen más referencias que lo
prestablecido y eso nunca parece suficiente. Violeta
resplandece.
Indaga, busca y re-estructura,
pero mientras tanto, la máquina de estereotipos sigue funcionando y el gris se
expande. Se agota y retoma energía, pero
los ciclos se siguen reanudando al mismo ritmo que los prejuicios. Los dedos
que señalan la debilitan. Ella creyó ver caras detrás de las caretas, sin
embargo no eran más que sombras. Violeta
parece oscurecer.
Violeta no se rinde, persiste
en sus principios, ahora con la fuerza de la madurez. Ha vencido sus fantasmas
y perdió el miedo a los monstruos que la circundaban. Violeta dibujó un camino para
vivir. Se ha resignado a crear un mundo violeta, pero también se ha resignado a
perder su identidad en un mundo donde la indefinición es la que hace perdurar
los modelos. Donde el silencio es lo corriente y ella debe existir cómo un
grito. Violeta sobrevive.
Violeta ya no fantasea con el
destino o con crearse un porvenir, porque el tiempo es un rival mucho más duro
que la ignorancia y está a punto de vencerla. Violeta cree en sí misma y en
haber vivido una buena vida. Violeta se sabe fiel a su color, así como a la
convicción de que en la diferencia se hallan las soluciones. Y que lo extraño
lo es para aquellos que no pueden entender. Violeta
muere.
¿Quién fue Violeta?
¿Fue una leyenda? ¿Un modelo a seguir? ¿Una innovación adelantada en el tiempo?
¿Una demostración de locura? ¿Un héroe aún no valorado? ¿Una rebelde sin causa
o con causa? ¿Una ignorante que no pudo entender el sistema que la dominaba?
¿Una ráfaga de cambio o una simple molestia para lo predestinado? Tal vez sólo
una ilusión de un soñador empedernido, pero Violeta
fue, es y será Violeta.
Gustavo Eduardo Rosatto Copyright 2012
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